A ti, carne de mi carne, sangre de mi sangre, amada hija: Camila por siempre
Imagino que la cocina no está sola con sus ingredientes,
con sus sartenes y sus vapores.
Imagino que justo sobre el mesón ella está sentada,
con la tabla para picar verduras sobre sus piernas.
Suele suceder que mientras cocino,
la cocina no está sola,
su recuerdo se impregna de olores
y sabores inconfundibles.
Su imagen viva en mi corazón
sigue deleitándose con el perfume de la cebolla,
el dulcecito de la zanahoria,
lo harinoso de la yuca y el ñame,
lo biche del queso, lo nutritivo del aguacate,
la acidez jugosa del tomate.
Es un placer ofrecerle a su recuerdo,
que el tiempo le impregna fuerza a mi sazón
y que el paladar del comensal amigo sabe
que mi alma queda en cada plato servido y ofrecido.
En la cocina descubrí una obra de arte
llamada María Camila.
El Creador -su Padre Eterno y
yo su madre estacional,
los dos,
formamos a la cocinerita con la sazón
más especial de mi vida.
Aunque partió,
sus olores merodean
cada rincón de mi corazón.
¡Cocinerita, cuánto te extraño!